Hablar de frontera en la península ibérica en los siglos medievales no significa hablar de una línea bien delimitada. La frontera era un territorio más o menos amplio que separaba el espacio controlado por las formaciones políticas del norte cristiano y los poderes islámicos del sur. Buena parte de la Península, o grandes áreas de ella, fueron frontera en un momento u otro.
Tras la conquista de prácticamente todo el territorio por los árabes en la segunda década del siglo VIII, y tras la aparición de los primeros focos de resistencia, surgieron las primeras fronteras en la cordillera Cantábrica y en los Pirineos, pero, como áreas estables durante décadas o incluso siglos, suelen considerarse principalmente dos: el territorio al norte y sur del Duero y Andalucía al sur del Guadalquivir. Los avances de los reinos que fueron surgiendo comenzaron pronto, pero siguieron un ritmo desigual, marcado en buena medida por la fuerza o debilidad de al-Ándalus.
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