las relaciones de la monarquía española con Lutero pasaron por varias fases. En una primera etapa, hasta 1522, en los orígenes de la Reforma protestante, puede decirse que la actitud de Carlos V ante Lutero fue la de una cierta perplejidad. Cuando nació Carlos, el futuro emperador, Lutero tenía diecisiete años. Carlos llegó al trono un tanto por azar. Para ello había tenido que morirse el heredero de los reyes católicos, don Juan, en 1497; un año después, la hermana de este, Isabel, y, en 1500, Miguel, su hijo. Había tenido que enloquecer Juana. ¿Locura real o locura inventada interesadamente por su padre o su marido?
Lo cierto es que los primeros signos de locura de Juana habían empezado por su manía de no ir a misa ni querer confesarse, lo que fustigaron mucho algunos teólogos del momento. Nadie se ha planteado lo que en la conducta de Juana pudo haber de heterodoxia religiosa, muy vinculada a una cierta espiritualidad femenina de su generación. Habría alguna vez que explorarlo.
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