Edouard Kouka Ouédraogo fue uno de los pocos supervivientes negros tras la capitulación de su unidad ante los invasores alemanes junto a Cavillon (Somme), a 20 kilómetros al oeste de Amiens, el 5 (o el 6) de junio de 1940. Una vez que los alemanes separaron a los combatientes franceses blancos de las tropas coloniales, estos últimos fueron maltratados y abatidos a sangre fría. Según su relato, “los heridos eran rematados en el campo de una patada; a los sanos se los abatía después de partirles los dientes golpeándoles con un palo. Los camaradas caían, y luego recibían golpes de bayoneta, porque un alemán no se contenta con matar, necesita hacer algo más horripilante para estar satisfecho… Nos trajeron a algunos soldados alemanes heridos que pedían venganza y se les permitió cobrársela. Algunas decenas de prisioneros pagaron la rendición con su vida”. Su testimonio refleja la pauta de las matanzas de soldados negros que los alemanes llevaron a cabo en las primeras semanas de la invasión de Francia –que comenzó el 10 de mayo–, un episodio olvidado que ha sido investigado y cuantificado por el historiador francés Raffael Scheck y corroborado por el historiador alemán Peter Lieb con el título Des soldats noirs face au Reich. Les massacres racistes de 1940.
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