Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”. Estamos ante una frase histórica que goza de una gran popularidad, sobre la que se acumulan los datos de quién, dónde y cuándo, y resulta ser, sin embargo, seguramente apócrifa. Ocurre con otras muchas. Y no deja de ser sorprendente que cuando más inventadas son, más arropadas están de pelos y señales. Ésta se utiliza para justificar en cualquier tipo de litigio la intervención a favor de alguno de los dos bandos por algún tipo de lealtad comprometida previamente, por obediencia debida o como excusa para no poner en peligro intereses personales.
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