Hablar de héroe en singular suele ser una injusticia con tantos seres anónimos que han hecho posible que la figura egregia del mito histórico quede, primero, en la memoria colectiva, y, después, traspase el umbral de los libros de texto. La palabra héroe debería utilizarse siempre en plural, aun cuando sea un único personaje quien aflore de entre la masa para conducirla por la senda de los hechos dramáticos y grandiosos. En mi caso, mis héroes favoritos son los vecinos del pueblo de Madrid, gentes sencillas, de profesiones dispares, hombres y mujeres, que entre gritos de libertad e independencia se alzaron contra el invasor francés un dos de mayo de 1808.
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