Felipe II nació en Valladolid y por ella tuvo siempre especial predilección –lo demuestra su decisión de darle título de ciudad y sede de obispado en 1596–, aunque no la suficiente como para hacerla sede permanente de la Corte. Antes de él, no hubo ninguna localidad que pudiera ser considerada como capital del reino: los reyes medievales no podían ni debían tratar a ninguna de sus ciudades por encima de otras, y la Corte era oficialmente itinerante. La elección de una sede permanente fue una innovación obligada por el incremento de funcionarios en la nueva administración.
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Es curioso que Rodrigo Calderón fue degollado (como le correspondía, al ser noble) y sin embargo, el dicho popular se convirtió en «Ser más honrado que don Rodrigo en la horca».