En el ocaso de su progenitor, un emocionado Randolph Churchill resumió su trayectoria así: “Tu gloria está consagrada para siempre en el pedestal inmortal de tus logros; y jamás podrá ser destruida o manchada. Fluirá con los siglos”. Estas palabras quedarían como una mera demostración de amor filial si no fuera porque iban dirigidas al que, hoy por hoy, se considera el político británico más importante del siglo XX. Más aún, Winston Churchill es una de las figuras esenciales para comprender la historia de la Europa de entreguerras y el mundo de la segunda posguerra. Su proyección fue tal que, pese a retirarse de la primera línea política en 1955, sus concepciones sobre política internacional perduraron en la Guerra Fría. La más destacada fue su apuesta por la resistencia activa del mundo libre frente al expansionismo soviético, combinada con inteligentes dosis de transigencia en la cuestión del rearme, destinadas a evitar un holocausto nuclear.
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