Por insólito que parezca, puede hallarse un nexo entre cierto lápiz de labios y una pastelería valenciana: lo representativo que ambos resultan de la mirada al mundo de dos grandes cineastas del pasado siglo. Preston Sturges, uno de los más destacados comediantes del Hollywood clásico, antes de serlo, cuando frecuentaba el salón de belleza que regentaba su madre, diseñó un carmín que no dejaba manchas tras los besos. Luis G. Berlanga (Valencia, 1921-Madrid, 2010), todo un clásico de la comedia cinematográfica española, fue nieto de los dueños de una de las mejores pastelerías de su ciudad natal, establecimiento que sería uno de los escenarios más frecuentes de su infancia.
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