Como un gran barco varado dominando todo el paisaje, en la cúspide del cerro de la Corona de Quinto de Ebro –2.055 habitantes, a 44 kilómetros de Zaragoza– se levanta la antigua iglesia de la Asunción, conocida popularmente como “el Piquete” y cuyo interior alberga las denominadas momias de Quinto de Ebro.
Construida en el siglo XV en estilo mudéjar, «el Piquete», un majestuoso edificio de origen defensivo-militar, sirvió durante la Guerra Civil española de punto de observación, defensa y refugio de la población civil y de combate. Como consecuencia de ello, sufrió una devastación casi total.
Después de su desacralización, en 1982 se inició el expediente para su declaración como monumento histórico-artístico. Tras treinta y cuatro años de obras de restauración, en la primavera de 2011, durante los trabajos de excavación en la nave central de la antigua iglesia, salieron a la luz setenta cuerpos enterrados en el edificio desde el momento de su construcción y hasta 1831, treinta de ellos momificados.
Se denomina momia al cadáver de un ser humano o de un animal que, mediante algún método de embalsamamiento –con la intención de conservarlo el mayor tiempo posible, usualmente por razones religiosas– o por circunstancias naturales, se ha mantenido en aceptable estado de conservación tiempo después de la muerte. Cuando se habla de ellas, probablemente nos vengan a la memoria las más conocidas, como las del antiguo Egipto o las de Palermo (Italia) y Guanajuato (México).
Siete adultos y ocho niños
En España hay diversos museos que conservan momias. Por poner algunos ejemplos, las dos momias guanches del Museo de la Naturaleza y el Hombre de Tenerife; las cuatro –tres egipcias y una canaria– del Museo Arqueológico Nacional; las dos momias de época romana del Museo Egipcio de Barcelona; las momias de la cripta de la iglesia de San Andrés de Toledo; el cuerpo momificado conocido como Gorputz Santue (Cuerpo Santo) de la iglesia de Santa María de Idoibaltzaga, en Rigoitia, Vizcaya, o la momia de Fernando III, el Rey Santo, en la catedral de Sevilla.
Los quince cuerpos expuestos en el Museo de Quinto pertenecen a siete adultos –mujeres y varones– y ocho niños y niñas de corta edad. Se han mantenido intactos gracias a las especiales condiciones de humedad y temperatura que se daban en el Piquete, es decir, los cuerpos no fueron en su día embalsamados. El conjunto de cuerpos momificados está datado entre los siglos XVIII y comienzos del XIX, y lo que los hace únicos es, quizá, que todos ellos se exponen allí donde fueron inhumados y posteriormente exhumados. También es especialmente llamativo el estado de los hábitos franciscanos –muchos de
los enterrados eran monjes– o de los trajes infantiles, lo que permite hacernos idea de la indumentaria que usaban nuestros antepasados.
Además de los restos humanos, en el museo también se exponen las piezas más interesantes encontradas en las fosas, como ataúdes policromados, rosarios, pulseras, botones, agujas, crucifijos, bulas, vinajeras, monedas, y hasta una espectacular pila bautismal, así como restos cerámicos anteriores y posteriores a la construcción del edificio.
Cápsula del tiempo
Desde el hallazgo de los cuerpos hasta la consolidación del proyecto del citado museo pasaron varios años de investigación, documentación y conservación preventiva. En 2014, la idea recibió una publicidad excepcional en todo el país que permitió dar un gran impulso al proyecto, después de que el programa Cuarto Milenio mostrara por primera vez en televisión las impresionantes momias de Quinto. Con motivo de las fiestas patronales de la localidad, en julio de 2015 se expusieron seis momias, todas ellas limpias del polvo y los insectos acumulados por el paso de los siglos y restauradas, gracias a la labor de la directora del Instituto de Estudios Científicos en Momias, Mercedes González, y a una subvención de 3.500 euros que aportó la Diputación de Zaragoza.
El siguiente paso fue adquirir unas urnas acristaladas que permitieran conservar en buen estado las momias recuperadas y acondicionar la iglesia del Piquete para el futuro museo. La fase número 13 de reforma de este singular espacio llegó en 2017, cuando se rellenó el suelo levantado para realizar las catas arqueológicas, construir aseos y mejorar la instalación eléctrica. Gracias a las subvenciones concedidas por el grupo de acción local Cedemar, que gestiona los fondos europeos en la Ribera Baja del Ebro, y la Diputación de Zaragoza, se pudieron acometer los trabajos de conservación y musealización, que culminaron con la reapertura de la antigua iglesia de la Asunción en noviembre del año 2017, convertida en espacio sociocultural.
Quinto de Ebro quiere situarse ahora en el mapa a nivel nacional e internacional con la apertura del primer museo de momias de España. Se trata de una iniciativa excepcional y de enorme valor cultural que además encaja perfectamente con algo tan demandado ahora como el turismo de experiencias. El museo se sustenta en tres sólidos pilares: un contenido único y original, un continente tan espectacular como la iglesia del Piquete y un estricto rigor científico que garantiza que el público no quede defraudado.
Y es que el propio edificio es una cápsula del tiempo en el que las paredes hablan. Tras pasar por recepción, la sala de proyección recibe al visitante, donde un documental explica de forma clara y precisa el origen y la historia del edificio. Unos pocos metros más adelante se sitúa el foso arqueológico, de veintiún metros, donde se puede apreciar el muro de cierre del templo original del siglo XV y las fosas de enterramiento de donde se exhumaron varios de los cuerpos momificados. Asimismo, hay un conjunto de paneles explicativos, en español e inglés, repartido por todo el recorrido, que permiten al visitante elegir si quiere realizar la visita por libre o guiada.
En lo que sería la zona del altar mayor se exponen algunos objetos encontrados en las excavaciones, como la parte superior de una pila bautismal del siglo XVIII y un pequeño ataúd de madera policromada, probablemente ya de comienzos del siglo XIX. En la llamada capilla de Santa Ana, que es la más grande de las que existen en el edificio, se encuentran los cuerpos momificados. Una experiencia única, al encontrarnos cara a cara con la muerte, en un marco incomparable como es el Piquete, un edificio cuyos muros desprenden historia por los cuatro costados. La jornada se puede completar con la visita a otros lugares cercanos muy interesantes, como el monasterio de Rueda, el yacimiento romano de Lépida Gelsa, el pueblo viejo de Belchite o Fuendetodos, la localidad natal de Goya.
José Antonio Val Lisa
*Artículo publicado en La Aventura de la Historia, número 243.