Si centramos la atención en la primera mitad del siglo XVII, la ciudad de León, con apenas 600 vecinos, fue destino de reclusión de grandes personajes que ocuparon lugares diferentes según su condición o delito. El caso más sonado es el de Francisco de Quevedo y Villegas, recluido casi cuatro años en el convento de San Marcos, de la Orden Militar de Santiago, al tener hábito de dicha orden, suntuoso edificio de estilo plateresco hoy convertido en hostal-parador. También por las mismas fechas y por disidencia con el valido de la corte de Felipe IV, el conde-duque de Olivares, sufrió asimismo prisión en León, pero en la torre de la Real Basílica de San Isidoro, Juan Adán de la Parra, escritor e inquisidor oficial de la corte, con quien Quevedo mantuvo un revelador cruce epistolar hasta que ambos fueron liberados a la caída del valido. Otro centro de reclusión fue el castillo o Torres de León.
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