Pocas películas en la historia del cine proyectan y condensan como El acorazado Potemkin de Eisenstein la sublimación del acontecimiento histórico del que toman argumento. El amotinamiento de la marinería del buque ruso Príncipe de Táurida en 1905 ha sido trascendido por su traslación cinematográfica, la cual, casi un siglo después de su estreno, sigue instalada entre las cinco mejores películas de todos los tiempos. Encargada por el gobierno de Stalin para honrar el jubileo de la fallida insurrección de 1905 –pero que prendió la llama de la Revolución de 1917–, conserva frescos tanto su discurso político y militante como sus pioneros hallazgos formales y artísticos.
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