No es la vanidad lo que me lleva a colocar la historia de mi vida al principio de esta obra”. Con estas palabras justificativas empieza su autobiografía el descubridor de Troya, Heinrich Schliemann, hombre polifacético y monotemático al mismo tiempo, que hizo de la arqueología una forma heroica de pasar por la vida.
Comerciante, banquero y arqueólogo aficionado, nacido en la antigua Prusia el 6 de enero de 1822 y fallecido en Nápoles el 26 de diciembre de 1890, Schliemann llevó una vida intensa, más propia de un aventurero que de un humanista.
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