La Aventura de la Historia cumple veinte años. En su primera portada, Felipe II, en un retrato de Antonio Moro, sostenía la mirada al lector, ajeno a los más de cinco siglos que los separaban, mientras a su izquierda un titular llamaba la atención sobre el tema del debate: “Por qué España es una nación. La polémica de la autodeterminación”, cuestión que bien podría ser el eje de cualquiera de las ediciones de 2018. El artículo de presentación de ese número uno concluía con un objetivo: «[…] la Historia y la memoria sí deberían ser, al menos, la explicación sustancial del porqué de las cosas y de los procesos que nunca jamás deberían repetirse. Para contarlo estamos aquí».
Y aquí sigue, veinte años después, escarbando en todas las épocas de la Historia para trabajar en la apasionante tarea de hilvanar pasado y presente. Como la filosofía, el conocimiento de la Historia propicia el pensamiento crítico. ¿Sirve La Aventura de la Historia a esta tarea? Cumplir veinte años es motivo de celebración. Pero también es un buen momento para reflexionar sobre el sentido de nuestro trabajo. Para ello hemos recabado la opinión de una serie de profesionales. Nos acompañan la directora del Museo de Historia de Madrid, Hortensia Barderas Álvarez; Pedro Luis Lozano Uriz, doctor en historia y crítico de arte; Ricardo Artola Menéndez, editor y fundador de Arzalia ediciones; el historiador y ensayista Antonio Elorza; el antropólogo Pedro Tomé Martín, científico titular de OPIS (Instituto de Lengua, Literatura y Antropología. ILLA-CSIC); la historiadora María Dolores de Azategui, coordinadora de Publicaciones del Real Instituto Elcano; el militar Luis Alejandre Sintes, que fue jefe de Estado Mayor del Ejército; el antropólogo y escritor Esteban Martín, y José Manuel Lucía Megías, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y biógrafo de Cervantes.
Lo que queremos saber es si nuestra revista La Aventura de la Historia contribuye a dar a conocer la Historia de manera reflexiva y, por tanto, si ayuda a situarse en el mundo –geográfica, filosófica, política y éticamente‑ y a forjar ese espíritu crítico, clave para la madurez de una sociedad. Aparte del contenido –el qué– también nos interesa hablar sobre el cómo.
Nos preocupa la crisis que atraviesa el sector de la comunicación, que ha sido especialmente cruel con el papel. Hay que adaptarse a nuevos códigos de comunicación, por eso La Aventura de la Historia tiene una versión online y se ha sumergido en redes sociales, pero no hay que olvidar el propósito que nos mueve. Podrá cambiar el formato y quién sabe si cuando cumplamos los cuarenta solo lo celebraremos online, pero lo que no puede variar es el rigor, la pasión por navegar en contenidos interesantes buscando la brújula, como lo hacemos en este artículo, de los expertos que más saben sobre el tema y que desarrollan sus ideas confrontándolas entre ellos e invitando al lector a adoptar su propia posición. El espíritu crítico del que hablábamos antes.
Las opiniones de los aliados de La Aventura de la Historia (como nos ha calificado José Manuel Lucía Megías) nos animan a seguir caminando, sin relajarnos. Esperamos que esta vista hacia atrás nos permita crecer en nuestro propósito.
—¿Cree es importante que haya herramientas que, como La Aventura de la Historia, trabajen por la divulgación de la Historia?
María Dolores de Azategui: “¡Por supuesto! Ahora más que nunca es esencial la existencia de herramientas que trabajen por la divulgación de la Historia de forma seria, mesurada y razonada, alejada de todo tipo de prejuicios. Se tiende a restar importancia a la Historia ‘porque no sirve para nada’, sin ser conscientes de que es esencial tener un buen conocimiento y aprender de ella porque somos el producto de nuestro pasado”.
Luis Alejandre Sintes: “¿Importante? Más que importante. Fundamental. Personalmente considero la Historia como una gran maestra a la que valoramos poco. Porque son tiempos de escasa profundización de las ideas y conceptos. Y porque se ha convertido en herramienta política especialmente por parte de los nacionalismos excluyentes”.
Pedro Tomé Martín: “Si. Absolutamente. En un momento en el que se dan simultáneamente, por una parte, una profundización en la banalización, en la sociedad como espectáculo; y, por otra, un uso cada vez más espurio del pasado, que una revista como La Aventura de la Historia profundice en este con rigor es una necesidad”.
Ricardo Artola Menéndez: “Creo que sí porque la historia es fundamental para comprender el presente. Aunque, obviamente, existen los libros, las revistas de historia pueden ser más ágiles en cubrir ciertos aspectos históricos vinculados con la actualidad. Y eso se puede considerar, casi, un servicio público”.
Esteban Martín: “Para, como decía Polibio ‘Contar los hechos según la verdad’, trabajo tan meritorio como difícil y no convertir la historia, como afirmaba Georges Lefebvre ‘en un sencillo instrumento de propaganda’. En este sentido, una revista de divulgación histórica como La Aventura de la Historia cumple un papel fundamental para, de forma amena, acercar al gran público al conocimiento de temas clave de la Historia”.
Antonio Elorza: “Si son rigurosas, las revistas de divulgación histórica desempeñan un papel necesario, especialmente en nuestro país, donde hay una pasión por la novela histórica en el gran público, siendo la novela histórica de valor muy desigual, y un desinterés por los libros de investigación (salvo, por supuesto, entre los especialistas). Falta el puente que salvo en los documentales especializados, la televisión tampoco proporciona”.
Hortensia Barderas Álvarez: “En la sociedad actual, la Historia es una ciencia que tiene muy pocos canales de difusión, pero es necesario conocerla para nuestro desarrollo personal y social. A veces la Historia tiene mala fama entre nuestros jóvenes y es necesario acercarles a ella de manera amena, pero rigurosa. Mostrar a la sociedad que la historia no es una ‘asignatura’ sino una forma de ver el mundo en su globalidad física y temporal”.
Pedro Luis Lozano: “Sí, creo que son muy interesantes porque ofrecen contenidos rigurosos, pero en un formato atractivo, fácil y sugerente. Esto hace que la revista resulte atractiva para todo tipo de personas y contribuya a ampliar los conocimientos de la sociedad”.
¿Una revista especializada como La Aventura de la Historia contribuye a desarrollar el espíritu crítico y generar debates?
Hortensia Barderas Álvarez: “Por supuesto, aunque en Historia todo parece estar dicho, queda mucho decir, por descubrir, por analizar, y nuestra obligación como historiadores es avanzar en ese sentido, tanto investigando como conociendo la investigación de otros, los estudios que nos llevan día a día a ver el pasado con nuevos ojos. Sin debate, sin crítica, sin investigación, la historia sería una ciencia muerta. Las revistas especializadas como La Aventura de la Historia, son el mejor canal para la difusión de nuevas investigaciones y nuevos temas de discusión. Es una manera de unir la actualidad con nuestro pasado”.
José Manuel Lucía Megías: “Revistas especializadas como La Aventura de la Historia se han convertido en unos de los escasos espacios de generar debates –que conllevan un espíritu crítico– en una sociedad como la actual que ha hecho de la velocidad una virtud. Un espacio de diálogo entre los lectores curiosos y los especialistas que compartimos las mismas pasiones y nos hacemos idénticas preguntas. La Universidad es un espacio del saber, pero nuestros tiempos son otros, los tiempos de maduración y de análisis. Las revistas especializadas son, y deben seguir siendo, nuestro altavoz, el puente entre el saber y la sociedad. Por eso es tan importante que las revistas especializadas fundamenten su saber en los especialistas que, lo queramos a no, debemos volcarnos también a la difusión de nuestro conocimiento”.
Antonio Elorza: “Espíritu crítico, sí, pero debates de gran calado, resulta difícil porque tampoco existen en la historiografía académica, en la cual prevalece con frecuencia aquello de ‘yo no digo mi canción sino a quien conmigo va’. Resulta posible que el silencio -o el odio personal, o ambas cosas- sean las consecuencias del ejercicio de una crítica donde es puesta en cuestión la interpretación consagrada de un notable. He podido experimentarlo en temas como la relación entre anarquismo y violencia, la existencia o no de la guerra de Independencia, incluso el peso del racismo de Sabino Arana sobre el desarrollo ulterior del nacionalismo vasco. Cuando una crítica es demoledora -y puede ser demoledora simplemente al enunciar y probar una tesis opuesta al error comúnmente aceptado-, la táctica es la de Escipión en la batalla de Zama: abrir el vacío ante la carga de los elefantes. Y seguir tan felices con la protección del círculo de afines. Por supuesto, si propones el debate desde una revista de divulgación, salvo en cuestión de detalles, no existe posibilidad alguna de que el acostumbrado a vender su moto averiada, tome nota de la invitación”.
Pedro Luis Lozano: “Creo que lo más destacado es que aporta informaciones sobre asuntos muy distintos y variados. Sus lectores pueden encontrar temas de conversación novedosos o referencias que tal vez desconocían y se les anima así a profundizar sobre unos asuntos que por sí mismos tal vez no habrían conocido”.
María Dolores de Azategui: “Sí. En una sociedad como la actual, la información fluye muy rápidamente y eso deriva, en la mayoría de los casos, en la falta de análisis y espíritu crítico; publicaciones especializadas como La Aventura de la Historia o la Revista Elcano contribuyen a generar el debate necesario al exponer puntos de vista diferentes y debidamente argumentados sobre un mismo hecho; esto nos permite abrir nuestros horizontes de conocimiento y contrarrestar la intransigencia”.
Pedro Tomé Martín: “El cuerpo me pide decir que sí. Ahora bien, no estoy tan seguro qué tanto. Es decir, aunque la lectura de La Aventura permita un mayor espíritu crítico, lo cierto es que en la prensa cotidiana los debates que plantea la revista apenas tienen reflejo. La revista es eficaz en el desarrollo de ese espíritu crítico, pero los debates que propone tienen un alcance posiblemente demasiado limitado porque, en última instancia, cuando se propician quedan reducidos a especialistas que, de paso sea dicho, ya tienen (tenemos) otros ámbitos de expresión. Pero la prensa de carácter nacional o regional rara vez se hace eco de estas cuestiones. Tal vez sí lo haga la prensa local cuando se debate sobre algún aspecto que le afecta. En todo caso, más allá de esta opinión, creo que los dossiers son (y deberían seguir siendo) fundamentales para la revista”.
Esteban Martín: “Por supuesto. Esa debe ser la idea central de una revista de estas características: fomentar el espíritu crítico del público lector para que no sea objeto de manipulación y entienda las conexiones del pasado con nuestro presente”.
Luis Alejandre Sintes: “Por supuesto. Y como tenemos una buena generación de historiadores y además hay un amplio sector de personas interesadas y especializadas en determinados temas. Hace bien la revista en aceptar críticas y errores. Nos despierta a todos. Por supuesto contribuye a desarrollar espíritu crítico”.
Ricardo Artola Menéndez: “Efectivamente, los medios convencionales (periódicos, radios o televisiones) pueden estar condicionados por su formato y tener más difícil el plantear un debate con más detenimiento que una revista mensual de carácter histórico”.
Las nuevas tecnologías han generado grandes cambios en los códigos de comunicación, entre ellos imprimir a la información un ritmo vertiginoso. ¿Cuál es la clave para que medios como La Aventura de la Historia, que invitan a una lectura pausada y reflexiva, sigan adelante?
Pedro Luis Lozano Uriz: “Justamente esa lectura pausada y reflexiva. Frente a la información rápida de las nuevas tecnologías, esta revista es una alternativa. Creo que eso es su ventaja y su mayor virtud. Sus contenidos de divulgación resultan ligeros, bien ilustrados y amenos, pero no son tan volátiles como la información virtual, el papel les hace ser más consistentes”.
José Manuel Lucía Megías: “La facilidad de la generación y difusión de la información ha creado un falso mito, un canto de sirena: confundir información y conocimiento. Hoy tenemos a nuestro alcance la mayor cantidad de información en toda nuestra historia… ¿y somos por eso más sabios? Este es el gran reto de las Humanidades Digitales en los próximos meses y años: convertir estas minas de información en verdaderos tesoros de conocimiento. Y justo, las revistas especializadas, con su tono, su diseño y sus cuidados contenidos son nuestro aliado. El aliado de los lectores y el aliado de los autores e investigadores. Solo con estas herramientas podemos soñar en un mundo donde el conocimiento se convierta en un valor, y no solo hacer accesible la información”.
Esteban Martín: “La clave, brindar lo que muchas páginas de internet no ofrecen ya que cuela todo: un acreditado y solvente comité científico, un plantel de colaboradores especializado y riguroso y un director cuyo buen criterio selecciona los temas de interés. Elementos todos ellos que invitan a una lectura pausada, atenta, reflexiva que no está reñida con un lenguaje ameno y un ritmo adecuado en la información y en sintonía con los nuevos tiempos”.
Ricardo Artola Menéndez: “En cierto modo me parece un milagro benéfico. Creo que una revista de historia está, casi, en la antítesis de los formatos más actuales de consumo de información. ¡Y sin embargo se mueve! Puede que sea por el propio perfil de lector de historia y, también, de revistas de historia”.
¿Cómo cree que es y que debería ser la relación entre las revistas de divulgación y los trabajos de investigación?
Pedro Luis Lozano Uriz: “Son dos aspectos complementarios. No cabe duda que la investigación también nutre las revistas de divulgación y estas a su vez permiten dar a conocer trabajos que de otro modo se quedarían perdidos en las revistas o libros especializados. Tal vez una sugerencia para su revista sería abrir una sección sobre la actualidad investigadora. Sería como un apartado donde se pueda dar a conocer los trabajos de doctorado o de grupos de investigación que se están realizando en España en la actualidad, por ejemplo”.
María Dolores de Azategui: “Debería ser una relación fluida. La seriedad de una revista de divulgación está directamente relacionada con la calidad de los trabajos que publica. Las investigaciones académicas, a su vez, necesitan ser dadas a conocer a través de medios que puedan llegar a un público más amplio, especialmente en las ciencias sociales”.
Antonio Elorza: “La revista de divulgación debe ofrecer una síntesis y un discurso ágil a partir de los trabajos de investigación. No existe contradicción alguna entre ambos planos”.
Pedro Tomé Martín: “Lo suyo es que hubiera una conexión cotidiana. Es decir, que los trabajos de investigación que se publican en revistas científicas, luego pudieran divulgarse en otras como La Aventura de la Historia. No estoy seguro de que ocurra, en buena medida porque el mundo universitario -en general- parece tener pánico a la divulgación. Posiblemente porque no se sepa (sepamos) hacerla correctamente”.
La lupa en las páginas de La Aventura de la Historia
Ricardo Artola Menéndez: “La revista marcó un hito en cuanto a presentación de la información (y tamaño) cuando apareció. Eso sigue siendo una seña de identidad que la hace muy apetecible”.
Pedro Tomé Martín: “Lo más positivo sería la excelente conexión entre forma (infografías y maquetación) y contenido. No estoy muy seguro qué se puede mejorar. Posiblemente podrían presentarse opiniones contrapuestas de alguna de las cuestiones que se tratan y daría juego una cierta apertura a ensayos ‘históricos’ de otras ciencias sociales o humanidades. Podría ser bueno desmontar falsos mitos que, intencionadamente, se publican en otras revistas de apariencia semejante pero que tienen fines diferentes y que juegan a la confusión. Obviamente no me estoy refiriendo a generar una ‘guerra económica’ con competidores o algo semejante. Más bien, lo que quiero decir es que, con formatos semejantes, hay en el mercado varias revistas, algunas de las cuales, como La Aventura, son rigurosas y otras no son más que un compendio de sandeces revestidas de astrología conspirativa. Sería bueno buscar, pues, algún mecanismo que permitiera diferenciarse nítidamente de ese mercado de lo pseudo”.
Pedro Luis Lozano Uriz: “Creo que uno de sus puntos fuertes es la calidad de las imágenes e infografías. Resultan muy atractivas y están muy bien editadas. A eso se suma el rigor en el contenido de los artículos. Como algo mejorable podría ser incorporar un apartado sobre la actualidad de la actividad investigadora. Otra sugerencia sería ofrecer una sección de entrevistas con personajes de proyección histórica. Algo en línea a los trabajos de Oriana Fallaci. Entrevistas en profundidad con personas de nuestro tiempo a nivel mundial cuyo legado será recordado en los años venideros”.
Hortensia Barderas Álvarez: “Un punto fuerte de La Aventura de la Historia es que combina temas clásicos de la historia con actuales, más cercanos a cualquier ciudadano, lo que despierta la curiosidad del lector. Y aunque pueda parecer poco ‘intelectual’, también diría que una de sus principales virtudes es su estética. Yo he trabajado en una biblioteca durante muchos años y sé que vivimos en un mundo donde la imagen vende más que la palabra. Un buen envoltorio hace que la gente aprecie más el objeto y en el caso de esta revista, que se acerquen a la historia con mejor predisposición. Respecto a qué mejoraría, algunas de las imágenes que ilustran sus artículos no llevan la referencia de la obra de la que se trata y el lugar donde se encuentra y los lectores nos quedamos con ganas de saber de dónde vienen. Además, creo que es un derecho de los autores y los museos que las albergan que se nos mencione”.
Luis Alejandre Sintes: “Yo variaría muy poco la línea editorial que mantiene a pesos pesados como Asunción o David. Y es buena la entrada de jóvenes investigadores la mayoría asentados en Universidades”.
Antonio Elorza: “La Aventura de la Historia me parece bien. El formato es atractivo y muchos trabajos tienen gran interés”.
Marta Pérez Astigarraga
*Versión completa del artículo publicado en La Aventura de la Historia, número 241.