Enterrado con toda solemnidad en la Catedral de San Pablo en Londres, el bacteriólogo escocés sir Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, se convirtió desde el mismo momento de su muerte –el 11 de marzo de 1955– en uno de los mitos del siglo XX. Nació en una humilde granja en Lochfield, al sur de Glasgow, y su vida y talante discurrieron mucho más cerca de la introspección y el anonimato que del riesgo o de la fama.
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