Alfonso XIII intervino ante la corte de Viena en favor de disidentes bohemios y moravos injustamente encarcelados durante la I Guerra Mundial, y que llegaron a ser hombres clave de la I República checoslovaca tras la desaparición de la Monarquía austrohúngara. La actitud conciliadora del monarca hacia las víctimas de esa persecución fue entonces objeto de numerosos comentarios periodísticos. Los medios de comunicación interpretaron que al rey no le gustaba la relación tensa y de “enemistad insalvable” entre Viena, capital imperial, y sus nacionalidades súbditas.
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