Franco hubiera podido atacar a una Cataluña casi inerme en la primavera de 1938, cuando optó por Valencia, un territorio mejor defendido y mucho más abrupto; y, sobre todo, pudo hacerlo a finales de julio, cuando la ofensiva republicana se embotó en el Ebro, implicando allí sus mejores unidades. Pero optó por prolongar la matanza hasta mitad de noviembre, cuando los agotadísimos republicanos repasaron el Ebro. Satisfecho de su habilidad, Franco ordenó la ofensiva contra Cataluña y Barcelona: la hubiera querido iniciar el 10 de diciembre, pero se lo impidieron lluvias torrenciales y nevadas y el retraso en reunir el imprescindible material italo-germano.
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Impresionante lo que hemos vivido. Muy buen artículo.