Alemania, al igual que las grandes potencias europeas del momento, se vio involucrada en una guerra general por las consecuencias desatadas tras el atentado de Sarajevo de junio de 1914, que acabó con la vida del archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio austrohúngaro. En pocas semanas, los países de la Triple Entente (Gran Bretaña, Francia y Rusia) estaban en guerra contra los denominados Imperios Centrales (Alemania y Austria-Hungría).
Conforme el enfrentamiento se prolongaba, otros países se unieron al conflicto. En esos momentos, la guerra estalló como por azar, pocos la preveían y, por tanto, los objetivos de la contienda no estaban claros, más allá de la obvia consecución de la victoria. Las potencias habían declarado la guerra en base a los tratados de alianzas que tenían suscritos y no habían desarrollado planes de posguerra.
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