La península ibérica fue uno de los tres territorios donde la presencia de las órdenes militares fue más intensa durante la Edad Media, junto con Tierra Santa y la región del mar Báltico –Prusia y las actuales Estonia y Letonia–. Este hecho se debió a la existencia en ella de una frontera directa con el islam.
La presencia de las órdenes militares en la península ibérica se remonta al siglo XII. Inicialmente, las primeras órdenes que se asentaron en la Península fueron las internacionales nacidas en Tierra Santa: el Temple y el Hospital. Templarios y hospitalarios reciben donaciones y se instalan en España desde principios del siglo XII. Como es bien conocido, en 1131, el rey Alfonso I de Aragón y Navarra, en virtud de su testamento, dejó sus reinos a las órdenes del Temple, Hospital y Santo Sepulcro. Este testamento no fue cumplido. Sin embargo, los sucesores del monarca, tanto en Aragón como en Navarra, se sintieron obligados a compensar a estas órdenes con amplias donaciones de propiedades, que significaron la definitiva consolidación de su presencia en la Península.
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