El guerrero africano zulú al que se enfrentaron los casacas rojas de la reina Victoria durante el último cuarto del siglo XIX, era una temible máquina humana de batalla. Estos hombres, que emigraron desde el Congo cuatro siglos antes, formaban parte de una compleja sociedad tribal cuyas gestas militares les habían convertido no solo en valientes y temerarios, sino también en un ejemplo de tenacidad, determinación, heroicidad y sufrimiento durante el combate, del que no es fácil encontrar parangón en la edad moderna, a no ser que hablemos del soldado alemán o japonés durante la II Guerra Mundial.
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