Frente a la reina Leonor de Aquitania, el recuerdo de la vizcondesa Ermengarda de Narbona ha quedado empalidecido por el tiempo: ¿quizá porque a diferencia de Leonor, no hay rastro del menor retrato de ella? Solo un sello, el símbolo de su poder, es la única imagen de Ermengarda que ha llegado hasta nosotros. O quizá la razón estriba en que Narbona, antaño una de las ciudades más poderosas del sur de Francia, rival de Marsella y Montpellier, se sumió en la decadencia a partir de la Baja Edad Media, cuando las rutas comerciales la dejaron de lado, y el esplendor de la corte medieval de Ermengarda de Narbona se difuminó en el tiempo hasta desaparecer como si todo hubiera sido un sueño.
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