El hecho de que Felipe II, tras la batalla de Alcántara (25 de agosto de 1580), consiguiese integrar en sus vastos dominios el reino de Portugal –por derechos de sucesión y fuerza de las armas, consorcio que se hace irresistible–, no quiere decir que no se hubiera intentado con anterioridad.
Lo pretendió el rey de Castilla y de León, don Juan I, merced a sus derechos de consorcio con la princesa Beatriz, heredera del trono portugués a la muerte de su padre, don Fernando. Con ayuda inglesa, las fuerzas contrarias en Portugal a este propósito, por considerar que la fusión amenazaba seriamente su independencia, derrotaron a las tropas castellano-leonesas en Aljubarrota el 14 de agosto de 1385.
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