Con un impresionante legado histórico y una gran riqueza patrimonial, Atenas y el Museo de la Acrópolis son, sin lugar a dudas, dos de los puntos de referencia para la cultura griega antigua. Situado en un moderno edificio en la avenida de Dionisiou Areopagitou, a los pies de la Roca Sagrada, el Museo de la Acrópolis no solo es el más visitado de la capital helena, sino que su perseverante empeño en preservar los bienes culturales expuestos en sus galerías lo ha convertido en un ejemplo a seguir en cuanto a conservación y restauración de obras de arte griego antiguo se refiere.
Desde que el Museo de la Acrópolis, que dirige el profesor Dimitrios Pandermanlís abriera sus puertas al público en junio de 2009, los objetivos primordiales del Departamento de Conservación de Antigüedades han sido el de garantizar la efectiva preservación de obras escultóricas, cerámicas, piezas metálicas y otros objetos de la colección permanente y de los depósitos del museo, la constante mejora de su exposición mediante soluciones innovadoras como el nuevo montaje sobre plexiglás transparente de las metopas centrales de la cara sur del Partenón, y la participación en diversos programas de investigación como el desarrollado sobre los rastros de policromía que se conservan en la colección del periodo arcaico, a través del cual se ha explorado la composición de los materiales empleados por los antiguos griegos.
Entre las tareas más relevantes del departamento, también encargado de la producción de réplicas de diversas piezas para su posterior venta en las tiendas del museo, se encuentra la reunificación de piezas. El complejo y minucioso trabajo de hacer coincidir fragmentos con esculturas de mármol, cerámicas, objetos de bronce e, incluso, suelos de mosaico, se ha convertido en un desafío continuo para los restauradores. De los alrededor de 5.000 fragmentos procedentes de las excavaciones de los diferentes monumentos del recinto de la Acrópolis que se hallan en los almacenes del Museo de la Acrópolis, los especialistas han conseguido identificar y encajar con éxito varias de las partes de algunas de las esculturas ya expuestas, como la Koré 671, que recuperó una parte de su brazo.
Además de la catalogación y preparación para la futura exposición de los objetos encontrados en las excavaciones del antiguo barrio ateniense situado debajo del edificio que salió a la luz durante la construcción del Museo de la Acrópolis, y cuya apertura actualmente se encuentra a la espera del visto bueno por parte del Ministerio de Cultura griego, el equipo de conservadores se encarga de la restauración de los restos de edificios del recinto, como una vivienda del periodo clásico-helenístico en la parte sudoeste del asentamiento y los suelos, uno de mosaico en el ábside y otro de mármol de una construcción romana de época tardía.
Uno de los procesos más destacados llevados a cabo por el museo ateniense desde su inauguración, hace ya casi nueve años, fue el de los procedimientos de limpieza de obras de arte en público. El más significativo fue el realizado en el “balcón de las cariátides”, después de que los restauradores se trasladaran de su laboratorio habitual, situado en los sótanos del edificio, a la primera planta del museo para proceder a la limpieza de las famosas columnas con forma de mujer del Erecteion, lugar sagrado de la Acrópolis donde, según la mitología griega, Atenea y Poseidón se enfrentaron por el control de la ciudad.
El procedimiento, que permitió a los visitantes observar in situ cada uno de los detalles de las tareas para erradicar de la superficie de uno de los símbolos de la cultura griega antigua los diferentes niveles de contaminantes atmosféricos y los depósitos de hollín que poseían debido a los incendios sufridos por los templos de la Acrópolis, fue efectuado en colaboración con la el Instituto de Estructura Electrónica y Láser de la Fundación para la Investigación y la Tecnología de Creta.
Tras escanear las esculturas con ultrasonido y un sistema infrarrojo y de espectroscopia, los conservadores utilizaron un método novedoso que empleaba simultáneamente un rayo láser infrarrojo y otro ultravioleta para sacar a la luz el mármol original, revelando la pátina de color naranja claro que también poseen las esculturas del Partenón y que había estado escondida bajo la costra negra durante años.
Las cariátides no fueron las únicas que los conservadores restauraron bajo la atenta mirada de los visitantes. El público tuvo también la oportunidad de presenciar la restauración de destacadas obras pertenecientes a la colección permanente, como la mítica Procne y su hijo Itis o el emblemático Moscóforo, figura que representa la cima del arte griego en el periodo arcaico y cuyo complejo proceso de conservación y montaje se proyectó en una pantalla al lado de la escultura una vez finalizado.
En los últimos años, y a pesar de que las excavaciones en la colina de la Acrópolis concluyeran hace ya bastante tiempo, el museo ha visto aumentar el número de obras de arte de su colección debido a la extracción, con fines de conservación, de algunas de las pocas piezas que aún permanecían en los monumentos, como varias de las metopas del friso del Partenón, realizadas en mármol pentélico y atribuidas a Fidias y sus discípulos. Las metopas, después de una cuidadosa extracción de su emplazamiento original, se trasladaron a los talleres del edificio para someterse a la subsiguiente conservación y exposición, por primera vez y durante un tiempo limitado, a baja altura para que los visitantes pudieran apreciar de cerca el excepcional valor artístico de las metopas originales del monumento más famoso de toda Grecia.
Este fue el caso de la metopa 32 del friso norte, también denominada “metopa de la Anunciación”, que muestra a la diosa Hera y a su hija Hebe, diosa de la juventud. Esta pieza, que junto a otras tres metopas adyacentes es parte de un grupo que representa a los dioses del Olimpo en el momento de decidir la suerte de la guerra de Troya concediéndole la victoria a los griegos, destaca por una refinada representación del detalle y escapó de ser destruida por el fanatismo cristiano, debido a que posiblemente se pensó que representaba, de manera temprana, a la Virgen María en compañía del ángel Gabriel.
Silvia Álvarez Martínez
*Artículo publicado en La Aventura de la Historia, número 234.