Barack Obama dejó de ser líder de Estados Unidos en noviembre de 2016. Después de ocho años en la Casa Blanca, el primer presidente afroamericano de la historia de su país, cuya elección fue saludada como el advenimiento de la era posracial en América, dejó, por el contrario, la misma o mayor brecha racial entre las comunidades blanca y negra, o que se perciben como tales.
Brecha avivada entonces por el incremento en las muertes de afroamericanos a manos de la policía, de protestas violentas, del nacimiento del movimiento Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan) y de las matanzas de policías en Dallas (el 7 de julio de 2016) y Baton Rouge (el 18 del mismo mes) por parte de afroamericanos que deseaban vengar con sangre esas muertes… Una brecha que ha resurgido este 2020 con más fuerza tras la muerte del ciudadano afroamericano George Floyd, asfixiado por un agente blanco en Minneapolis.
Las difíciles relaciones raciales en Estados Unidos, como en realidad en todas las comunidades nacionales poscoloniales, tienen su raíz histórica en la subordinación de los nativos y en la importación de esclavos africanos para trabajar en minas y plantaciones.
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